jueves, 24 de octubre de 2013

En la pubertad queremos....

En la pubertad queremos, a toda costa, olvidar la infancia, dejarla atrás cuanto antes, lejana, inexistente, vergonzante. Luego, superado el largo, caótico y estúpido periodo de la mocedad, esa sucesión de años absurdos, nos desvivimos en reinventarla, en intentar recuperar briznas de la niñez perdida.
Pero es una pretensión casi imposible. Quedó hecha añicos. Hay a quien eso le trae sin cuidado, porque quizás nunca fueron niños o no llegaron a gozar de serlo. Pero, otros, lloran con enorme desconsuelo al darse cuenta, y al descubrir  Y así seguimos adelante, desmemoriados, eterna y secretamente afligidos, cada vez más turbados y más necios, más desamparados, más solos. Así hasta la vejez, si hay suerte, dicen. En ella caemos doblados desbaratados, descosidos, sin darnos cuenta apenas. Y es en ella cuando sin pretenderlo, conseguimos recordar todo aquel gozo inconsecuente de ser niños. ¡Qué impiedad! La caprichosa inocencia, aquella que despreciamos, nos reencuentra ya vencidos, para regodearse en la venganza. ¡Estás muerto!, nos dice, o morirás pronto, ¡maldito! nada queda de ti cuando tú eras yo, de mi cuando eras tú. Y ese niño inhumano que nos acompaña inerte, que rehusa los abrazos, que desecha la ternura o la clemencia, nos susurrará al oído hasta el último instante, hasta el último aliento, recondándonos todo lo que malgastamos, todo lo que derrochamos, todo lo perdido en décadas de vacío...Los días, todos los días vividos entre gozos y desdichas, terminan convirtiéndose en olvido, y desde allí van oprimiendo el corazón, afligiendo el alma de una u otra manera...



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