lunes, 24 de febrero de 2014

Gerardo



Vivía con el pintor. Gerardo era un hombre mayor, con la espalda encorvada y los movimientos nerviosos. No solían aparecer  casi nunca juntos. Cada uno salía de la casa que compartían siguiendo ritmos distintos. Un observador poco atento habría dicho que llevaban vidas paralelas, que nunca confluían. Se hubiera equivocado. Su relación era una fuerza desigual de equilibrios: la debilidad física de un hombre que intuye su propia decrepitud. La dependencia de la mujer que busca una confirmación a sus actos. Depender de una persona crea profundos vínculos, ligaduras casi intangibles. Una corriente de fluctuaciones que van y vienen, de estados de ánimo cambiantes, de sobreentendidos. Supone compartir un código de signos de tiempo quién sabe de si de algún miedo. Es abrir el alma y disfrazar verdades. No son situaciones contradictorias: implicarse en la propia, pero también ocultarle aquellas partes de la realidad que le causen dolor. Hacía mucho tiempo que lo había aprendido.
María de la Pau Janer




No hay comentarios:

Publicar un comentario