jueves, 27 de marzo de 2014

El ejercicio de la semilla



Arrodíllese en el suelo. Siéntese después sobre sus talones y doble el cuerpo de manera que su cabeza quede en sus rodillas. Extienda los brazos para atrás. Quedará así, en una posición fetal. Ahora descanse y olvide todas las tensiones. Respire con calma y profundamente. Poco a poco notará que es una minúscula semilla, rodeada del ambiente del bienestar que da la tierra. Todo es cálido y agradable alrededor. Duerme un sueño tranquilo. De repente, un dedo se mueve. El brote no quiere ser más semilla, quiere nacer. Lentamente empieza a mover  los brazos; después su cuerpo erguiéndose quedará sentado sobre sus talones. Ahora empieza a levantarse y lentamente, muy lentamente, estará erecto, de rodillas en el suelo.
Durante este tiempo, imagínese que es una semilla transformándose poco a poco en la tierra.
Llegó el momento de romper la tierra por completo. Empiece a lenvantarse lentamente, colocando un pie en el suelo, después el otro, luchando contra el equilibrio como un brote lucha para encontrar su espacio. Hasta que quede en pie. Imagine el campo a su alrededor, el sol, el agua, el viento, los pájaros. Es un brote que comienza a crecer. Levante muy despacio los brazos en dirección al cielo. Después, extiéndalos cada vez más, cada vez más, como si quisiera agarrar el mismo sol que brilla sobre su cabeza y le da fuerzas y le atrae. Su cuerpo empieza a quedar cada vez más rígido, sus músculos se tensan todos, mientras crece y se vuelve inmenso. La tensión aumenta tanto que se hace dolorosa, insoportable. Cuando no aguante más, grite y abra los ojos.
-Paulo Coelho-


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